domingo, 26 de septiembre de 2010

En el paraíso

Transcurría un día normal en el paraíso (exclusivo spa amurallado separado del resto del caos, que es el mundo) Eva hacia su cotidiana caminata mientras Adán, estrenaba el juego de Xbox en el que un hombrecillo sin ropa evitaba a toda costa la suculenta manzana.
Eva andaba desnuda, dejando que su cuerpo deleitara los sabores, olores, y brisas de la naturaleza que la rodeaba. Había vendido sus sentidos a los placeres, queriendo ignorar el agujero negro que crecía debajo de su ombligo.
No siempre había sido así, en otros tiempos, el agujero negro había sido una alberca de estrellas. No siempre había existido la necesidad de caminar para espantar las dudas con colmillos de serpientes; mientras Adán inflaba su barriga con cerveza, tronándose las neuronas frente a una pantalla de plasma.
Adán también recordaba aquellas épocas en las que Eva no leía revistas de moda, ni veía los dvds de Cindy Crowford haciendo pilates. La cotidianidad había llegado al paraíso con sus murallas, su tedio y su grisáceo color. .
Eva fue quien tomó la iniciativa, y aquel día tranquilo llamó a la hotline del cielo. En el auricular se puso un ángel padrote que al percibir la lujuria y la cartera de la dama se presentó aceitado en el paraíso.
Se escondieron bajo un árbol de manzanas para que Dios nos los viera, y sin culpa se quitaron hojas y túnicas, saboreando la traición a las buenas costumbres celestiales.
Adoptaron todas las formas posibles y aquel agujero negro, volvía a llenarse de estrellas, de piedras volcánicas.
Otro día, tranquilo y cotidiano en el que Adán jugaba Nintendo y Eva fornicaba con el ángel, quiso Dios tranquilizar su conciencia (llena de fracasos, crueldades y anti depresivos) y fue a pasear su perro salchicha a su predio, sólo para darse cuenta que aquella mujer, creada de una costilla, rodaba entre los árboles abajo de uno de sus mensajeros. Mientras Aquel primer hombre de arcilla desaparecía en el pantano de la rutina.
Casi sin poder creerlo, Dios sacó Adán de su sillón, lo perdonó por aburrido, lo puso a dieta, le quito años de encima, le pagó un psicoanalista y lo mandó a la tierra con todos sus instintos desarrollados pero también desfasados de su raciocinio.
A Eva también la castigó y después de penetrarla, tratando de durar más de cuatro minutos, la mandó a la tierra, con la condena de parir con dolor y en cada luna, vaciar, la alberca de estrellas rojas.

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